Muchas veces en la vida una se cree que sus problemas, sus enfermedades o sus penas son las mayores del mundo. Y se queja y victimiza hasta caer en una negra depresión, de la cual es muy difícil salir.
Pero cuando conversas con otras personas, escuchas lo que te cuentan, sus dolores, sus carencias, su falta de amor, vas entendiendo que tu enfermedad no es tan grave sino tolerable; que tus problemas no existen más que en tu imaginación, y tus penas son creadas por las creencias erróneas que tenías,
Haces un recuento de lo que tienes: una bella casa cómoda y segura, con gran patio y jardín, lo que te gusta, una familia hermosa con hijas cariñosas, nietas,nietos y bisnietos, sobrinos que te quieren, hermanas, hermano y un marido que te ama como el primer día, decides que es el momento de cambiar.
Así y todo, dudas si podrás salir adelante, si serás capaz de aprender a vivir con el dolor físico, cuidarte para no resfriarte, y sobre todo, si podrás renunciar a las cosas que siempre te han gustado como salir a pescar con el club, dormir bajo las estrellas y bañarte en cuanto río, mar o lago al que suelas llegar.
Pero de pronto en tu vida surge un milagro, una maravilla nunca soñada pero que es real y está ahí, dentro del vientre bendecido de tu hija, creciendo poco a poco y haciéndose sentir con sus movimientos.
Es una niña que está a punto de llegar a nuestras vidas.
Una nena maravillosa a quién esperamos con todo nuestro amor.
Los preparativos para su llegada hacen cortos los días y hacen que todo lo que era gris y nublado se llene de sol y color. Su ropita preciosa la espera. Su pieza está lista. Nosotros la esperamos ansiosos.
Solo falta ella.
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